domingo, 14 de febrero de 2010

La puerta de atrás

Un  argumento que ha sido largamente aireado desde hace decadas, por juristas, educadores, policías y políticos para justificar la prohibición del cánnabis es lo que han dado en llamar la teoría de "la puerta de atrás" o de "la puerta abierta" .Según estos, una vez se ha cruzado esa puerta no hay esperanza, se acaba siendo un drogadicto sin remedio.


Basicamente esta teoría, que habréis oido en miles de ocasiones ,consiste en aquello de "se empieza fumando un porro y se acaba enganchado en la heroina". Falsedad donde las haya, ha servido para llenar la boca de muchos puritanos desconocedores del consumo del cáñamo durante largo tiempo. Cosa que ayuda mucho a los menos interesados en la legalización, los traficantes.

Nada tiene en comun la marihuana con cualquiera de las drogas basadas en el tratamiento químico de una substancia natural o sintetizada. Bueno, algo si tienen en común, su ilegalidad, una ilegalidad que los legisladores han tenido que matizar periodicamente para intentar seguir tapando la realidad. Y esta realidad es que  hay muchos intereses en contra de que el cáñamo salga a la luz alejado de los circulos de marginalidad a que nos conduce su prohibición.

Estoy convencido, de que si no hubiera existido esta legislación, muchos jóvenes  (mayores de edad, por supuesto) que se acercan con curiosidad a su primer porro, no correrían el riesgo  de  caer en drogas destructivas si se les permitiera cultivar o comprar su marihuana sin tener que criminalizarse. Por solo esto ya queda desprestigiada la teoría de la puerta de atras. Decía Thomas de Quincey, un escritor inglés del siglo XIX, que  por cierto se ponía como dios:
"Si uno comienza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del  día del señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente".
Bueno, pues más o menos es lo mismo, se empieza asesinando a la abuela  y se acaba faltando a misa. ¿Ridiculo, verdad? Pues es el mismo argumento  pero invertido, para que se note el efecto.  Un efecto como el de  la  buena marihuana que fumaba el gran Thomas de Quincey.